¿Por qué no, aumentar la ABSTENCIÓN el 17-D? ¿Por qué no,
“una vez más”, expresar masivamente el profundo rechazo al actual proyecto
político e institucional de gobernabilidad a las políticas de mercado del DUOPOLIO, capitaneado
por la Nueva Mayoría y la Derecha? ¿Por qué no, restarle base de legitimidad al orden político e institucional actual?
Demostrar el hastío, el malestar y la
indignación, con la abstención de la masa electoral, constituye un derecho cívico. Además, una señal
maciza del desafecto de la ciudadanía con respecto a la vigente
institucionalidad de la democracia del mercado y de los negociados entre cuatro
paredes de los partidos políticos tradicionales. La misma que ha dado cuerpo, por más
de 30 años, a la sangrante y dolorosa brecha desigualitaria que hace más ricos
a los ricos y más proletarios a la clase trabajadora y pobre. Dicho de otra
forma, de la persistente hegemonía de políticas neoliberales que han quitado
derechos sociales y de ciudadanía a los sectores sociales distantes del poder y
de la toma de decisiones.
Nos encontramos en una encrucijada, que puede definirse en dejar caer - en caída libre - a la concertación o Nueva Mayoría (algo políticamente necesario y urgente de hacer), la que no sería en los hechos una victoria de la derecha al ganar el candidato del “más de la misma receta”. Más bien, significará una batallita ganada de las gentes de la izquierda que defienden los valores de la izquierda. Esa izquierda soberanista, la que se moviliza en dirección a profundizar la crisis de los gestores, y las bases de sustentación, del modelo neoliberal en Chile: las AFPs. o la legitimación y naturalización de las privatizaciones que afectan a distintos bienes públicos considerados esenciales a la hora de proporcionar condiciones materiales de vida dignas o decentes al conjunto de la población.
En los hechos, una baja votación implica
gobernar desde la marginalidad o que se apoyaría en una base electoral bajo
mínimos: de un padrón de electores aproximado a los 14.000.000 de personas (SERVEL,
2017), gane quien gane, la estimación más optimista señala un apoyo de no más
3.000.000 de electores-país. Este dato, representa un raquítico 21% (aproximadamente)
del total de población con derecho a sufragio. Un escándalo, ante una
democracia que se presenta difícil para el “inmovilismo” producto de haberse alterado
decisivamente los equilibrios del consenso existentes.
Aquell@s que piensan, que tienen memoria
histórica y que hacen política desde la trinchera, han dado un paso en la lucha
por dejar atrás la actual condición de rehén o de siervo de los controladores
del poder político y del dinero. Estos que, valiéndose del Estado satisfacen
intereses privados y mantienen inalterables los privilegios de la élite
política como los poderes económicos oligárquicos. El mejor ejemplo, la
Constitución del ’80.
En este tablero, el desafío que enfrenta esta
izquierda es saber cómo ocupar, dominar y hegemonizar el espacio político abierto
por ese 55% del electorado que no vota. Los jóvenes y escépticos (o
indiferentes), que con su comportamiento electoral demuestran el profundo descontento,
desprecio y apatía con los representantes y las instituciones de la democracia
del mercado.
La acción política que ahora toca pensar y hacer,
en un plazo de 4 años vista, supondría apostar fuerte por el trabajo de calle y
la capitalización estratégica de una cultura política nueva o una nueva consciencia
política nacional-popular entre los menos favorecidos o pobres, políticamente
hablando: aquell@s que por un pan o por necesidad de subsistencia, se venden al
mejor postor fruto de las malas condiciones de vida y de la falta de trabajo
decente o digno.
Junto a lo anterior, avanzar en la movilización
del votante que no acude a las urnas con el fin de activarlos e implicarlos en
el rol de actor político protagónico en la discusión seria de los problemas de
nuestra sociedad que les perjudican directamente. Sin duda, tomar esta vía aportaría
la capacidad suficiente para competir en mejores condiciones e imponerse por la
vía democrática al centrismo y a la derecha que durante más de tres décadas han
hipotecado los proyectos vitales de miles de ciudadan@s en las lógicas de un
modelo social desigual e injusto: el de las políticas de mercado o neoliberales.
Nota: A l@s que disfrutan de la buena lectura, les dejo un título. Carlo Formenti, La variante
populista. Lucha de clases en el neoliberalismo. El Viejo Topo 2017