Si de algo debemos estar orgullosos y
agradecidos quienes creemos en la “democracia directa” - no representativa o
indirecta, por lo extremadamente imperfecta que ha demostrado ser puesta en
manos de los políticos profesionales (senadores, diputados, alcaldes,
concejales, gobernadores, intendentes) -, es del movimiento social-estudiantil
– los estudiantes y ciudadanos ligados a esta nueva corriente de acción
colectiva, en concreto – que con su “buena consciencia” de juventud han conseguido
en un par de años remecer las bases estructurales de las instituciones y de los
partidos políticos alternantes en el gobierno de este país. Y, de paso, han
quitado a golpe de “buenas razones” la etiqueta o el rol de “cliente-consumidor
de políticas” en el ciudadano común y corriente. Un rol o etiqueta con la que
los sucesivos gobiernos de la democracia restaron todo valor de contenido y
protagonismo al denominado “sujeto político”: el animal político de
Aristóteles.
Nos hemos hecho conscientes paso a
paso de que otra sociedad política e institucional es posible, la oportunidad
para la profundización democrática dejando en una posición de inferioridad las
visiones y posturas del bipartidismo político-partidista: Concertación-Derecha.
Por mor a la brevedad y de la
agilidad del comentario, permítanme solo un inciso en esta discusión. No se
puede dejar de mencionar al movimiento indígena, pues han sido un actor de
primer orden en las luchas sociales y políticas en tiempos de democracia. Este
movimiento, aislado internamente y muy apoyado externamente, ha mantenido
sostenidamente en el tiempo acciones reivindicativas y contestatarias con la
firme idea de la recuperación de derechos ancestrales perdidos a manos de los
poderes dominantes en este país. En gran medida, han sido ellos quienes con su
testimonio de lucha han enseñado el camino a seguir.
El movimiento social-estudiantil, y
los ciudadanos sensibilizados con la lucha en demanda de la recuperación de un
derecho social quitado por las políticas públicas de mercado (o neoliberales),
se ha mostrado como una fuerza político-social con la capacidad suficiente para
influir y afectar las grandes decisiones políticas de este país: por ejemplo, a
día de hoy y en pleno proceso eleccionario, la derecha abrillantó su discurso
político al poner como seña de identidad el concepto de “justicia” (de qué tipo
de justicia nos estarán hablando, pues existen variadas teorías y enfoques
respecto a esta noción); por su parte, Bachelet emite señales – hasta ahora
confusas y de muy baja intensidad - de querer dar un giro hacia la izquierda.
Además, y de lograrse el ansiado
anhelo de la unificación de fuerzas contestatarias en el corto plazo, reúne una
serie de condiciones políticas para crear e impulsar un “frente amplio” capaz
de hacerse con el poder.
El discurso del movimiento, centrado
en la exigencia de una educación pública gratuita y universal para todos y
todas, el cambio de modelo político y económico, el fin del lucro y el
enriquecimiento indebido en el cual se han visto envueltos ambos dos
conglomerados políticos-gobernantes (asociados estrechamente a la ortodoxia
neoliberal), ha logrado atraer a un sector grueso de la población cansado de
los partidos tradicionales – socioliberales (PS, PRSD), conservadores (DC),
liberales (PPD), y liberales-conservadores (todo el arco de partidos de la
derecha), y con la más firme intención de mostrar su indignación y de actuar en
función de ejercer influencia sobre el proceso de toma de decisiones en materia
política y económica. En concreto, sin ser mediatizadas, intermediadas o
gobernadas por los partidos políticos de turno y del poder.
En el ideario de este movimiento,
cuyo nacimiento está fechado en 2011, se sienten reflejados los menores de 50
años, que se sitúan ideológicamente más allá de los partidos del bipartidismo
caciquil (equipo de dos formado por la “concertación de partidos y la derecha
política y económica), y a la “izquierda de la izquierda”.
¿Existen indicios o pistas como para
pensar en un posible triunfo el domingo 30-J?
La experiencia en las últimas
elecciones municipales (proceso que se vio inequívocamente marcado por la
convulsión política generada desde el movimiento social-estudiantil), en el
caso de la comuna de Osorno (la cara B de la moneda, sería el caso de la comuna
de Providencia), dejó sobre la mesa al menos dos datos significativos para su
posterior análisis político. Decir que la significatividad de estos dos datos
plantea la necesidad de someterlos a interrogación con el fin de aventurar el
posible curso de acción del voto en el elector medio, en el proceso de las
primarias del 30-J. Los datos son, a saber: i) la indiferencia, si no rechazo,
del electorado a la figura del actual alcalde en funciones, y de la gran
mayoría de los candidatos de los principales partidos en el gobierno municipal
(bloque concertacionista y los partidos de la derecha), a los cuales le fue
quitado “una cuota importante de piso político y de poder unilateral e
incontestado por una mayoría silenciosa donde reina el desencanto. Demás está
decir que en esta comuna no existe voz de oposición política o crítica alguna
de los vecinos o de las organizaciones u asociaciones ante el desempeño del
alcalde y su gobierno”, a causa de la cooptación (o manipulación o tutelaje)
municipal de las organizaciones, y ii) que la desafección o indiferencia o
insatisfacción retratada en la figura del alcalde y de los candidatos(as) a
concejales tuvo por origen la más que “cuestionable” gestión en muchos de los
órdenes de los partidos del gobierno municipal durante esta última etapa. Dicho
de otra forma, la incapacidad e inhabilidad demostrada para abordar las
dificultades habituales en la comuna como la contaminación medioambiental, el
tráfico en la ciudad, la malas condiciones de habitabilidad de familias pobres,
la pésima planeación urbana, entre otras materias de interés ciudadano no
resueltas.
Los resultados de esta elección o de
las municipales 2012, el mundo más malo posible en cuanto a votos se refiere en
la elección de un Alcalde y los partidos que lo apoyan en el gobierno municipal
(hecho político al cual los “próceres de estos partidos” intentaron poner
“paños fríos” o directamente ocultando el fracaso en que se envolvió la
victoria), pueden servir como referencia o de adelanto de lo que podría acontecer
durante las elecciones primarias de este domingo 30-J.
Surgen las interrogantes, ¿de quién o
de quiénes dependería entonces cambiar el sistema desde dentro o entrar en las
instituciones, pero por fuera o más allá de la red institucional de los partidos
tradicionales - Concertación y la Derecha - del poder y de las grandes
decisiones políticas de país? ¿De quién o quiénes depende requilibrar las
asimetrías del poder o el restablecimiento de una justa y legítima correlación
de fuerzas para decidir soberanamente sobre el poder y control de los bienes
públicos y colectivos?
Dependería, sin lugar a ninguna duda
por extraño que parezca, de la capacidad y alcance de la voz de la calle o del
movimiento social-estudiantil. La capacidad de trasladar la decisión de
contestación social y movilización en el voto o preferencia electoral, por
tratarse de una de las vías privilegiadas para intentar hacer reformas en el
sistema o el orden económico, político, institucional y social actual.
En síntesis, el reto al cual se ve
enfrentado en lo inmediato el movimiento es hacer consciencia en la ciudadanía
– familiares, amigos, cercanos – de “votar” por quienes podrían en una eventual
situación formar un frente amplio que represente los intereses e iniciativas de
la ciudadanía en contra de los intereses privados o corporativos de la clase
política dominante y los grupos de poder. Aquí es donde toca “poner el acento”
o el “énfasis”, para poder superar o romper con los marcos institucionales del
modelo impuesto de “arriba hacia abajo” (jerárquica y según las lógicas del
mercado) durante los treinta y tres últimos años (1980-2013): de los “chicago
boys” de Friedman a los “neoconservadores” defensores de la ortodoxia del
mercado.
Lo dicho.
Miguel Arismendi G.
Profesor universitario