BIOGRAFÍA DEL AUTOR

En el mundo acelerado, frío e impersonal, repleto de incertidumbres y tensiones en que nos toca vivir, el experto en ciencias políticas y sociales Miguel Arismendi G. aporta una mirada propia, profundamente cuestionadora y crítica de la realidad, de nuestra realidad actual, la de nuestros espacios de vida. Un análisis sin apego a dogma, receta u ortodoxia alguna sobre los temas o asuntos más calientes y/o controvertidos de la actualidad local, nacional e internacional.
Veinte años de experiencia y estudio en el complejo mundo de las políticas públicas y sociales, avalan sus opiniones.

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martes, 25 de junio de 2013

El “movimiento social-estudiantil”, marca bajo la cual se deben ganar las primarias del 30-J.

Si de algo debemos estar orgullosos y agradecidos quienes creemos en la “democracia directa” - no representativa o indirecta, por lo extremadamente imperfecta que ha demostrado ser puesta en manos de los políticos profesionales (senadores, diputados, alcaldes, concejales, gobernadores, intendentes) -, es del movimiento social-estudiantil – los estudiantes y ciudadanos ligados a esta nueva corriente de acción colectiva, en concreto – que con su “buena consciencia” de juventud han conseguido en un par de años remecer las bases estructurales de las instituciones y de los partidos políticos alternantes en el gobierno de este país. Y, de paso, han quitado a golpe de “buenas razones” la etiqueta o el rol de “cliente-consumidor de políticas” en el ciudadano común y corriente. Un rol o etiqueta con la que los sucesivos gobiernos de la democracia restaron todo valor de contenido y protagonismo al denominado “sujeto político”: el animal político de Aristóteles.
Nos hemos hecho conscientes paso a paso de que otra sociedad política e institucional es posible, la oportunidad para la profundización democrática dejando en una posición de inferioridad las visiones y posturas del bipartidismo político-partidista: Concertación-Derecha.

Por mor a la brevedad y de la agilidad del comentario, permítanme solo un inciso en esta discusión. No se puede dejar de mencionar al movimiento indígena, pues han sido un actor de primer orden en las luchas sociales y políticas en tiempos de democracia. Este movimiento, aislado internamente y muy apoyado externamente, ha mantenido sostenidamente en el tiempo acciones reivindicativas y contestatarias con la firme idea de la recuperación de derechos ancestrales perdidos a manos de los poderes dominantes en este país. En gran medida, han sido ellos quienes con su testimonio de lucha han enseñado el camino a seguir.

El movimiento social-estudiantil, y los ciudadanos sensibilizados con la lucha en demanda de la recuperación de un derecho social quitado por las políticas públicas de mercado (o neoliberales), se ha mostrado como una fuerza político-social con la capacidad suficiente para influir y afectar las grandes decisiones políticas de este país: por ejemplo, a día de hoy y en pleno proceso eleccionario, la derecha abrillantó su discurso político al poner como seña de identidad el concepto de “justicia” (de qué tipo de justicia nos estarán hablando, pues existen variadas teorías y enfoques respecto a esta noción); por su parte, Bachelet emite señales – hasta ahora confusas y de muy baja intensidad - de querer dar un giro hacia la izquierda.
Además, y de lograrse el ansiado anhelo de la unificación de fuerzas contestatarias en el corto plazo, reúne una serie de condiciones políticas para crear e impulsar un “frente amplio” capaz de hacerse con el poder.
El discurso del movimiento, centrado en la exigencia de una educación pública gratuita y universal para todos y todas, el cambio de modelo político y económico, el fin del lucro y el enriquecimiento indebido en el cual se han visto envueltos ambos dos conglomerados políticos-gobernantes (asociados estrechamente a la ortodoxia neoliberal), ha logrado atraer a un sector grueso de la población cansado de los partidos tradicionales – socioliberales (PS, PRSD), conservadores (DC), liberales (PPD), y liberales-conservadores (todo el arco de partidos de la derecha), y con la más firme intención de mostrar su indignación y de actuar en función de ejercer influencia sobre el proceso de toma de decisiones en materia política y económica. En concreto, sin ser mediatizadas, intermediadas o gobernadas por los partidos políticos de turno y del poder.

En el ideario de este movimiento, cuyo nacimiento está fechado en 2011, se sienten reflejados los menores de 50 años, que se sitúan ideológicamente más allá de los partidos del bipartidismo caciquil (equipo de dos formado por la “concertación de partidos y la derecha política y económica), y a la “izquierda de la izquierda”.
¿Existen indicios o pistas como para pensar en un posible triunfo el domingo 30-J?

La experiencia en las últimas elecciones municipales (proceso que se vio inequívocamente marcado por la convulsión política generada desde el movimiento social-estudiantil), en el caso de la comuna de Osorno (la cara B de la moneda, sería el caso de la comuna de Providencia), dejó sobre la mesa al menos dos datos significativos para su posterior análisis político. Decir que la significatividad de estos dos datos plantea la necesidad de someterlos a interrogación con el fin de aventurar el posible curso de acción del voto en el elector medio, en el proceso de las primarias del 30-J. Los datos son, a saber: i) la indiferencia, si no rechazo, del electorado a la figura del actual alcalde en funciones, y de la gran mayoría de los candidatos de los principales partidos en el gobierno municipal (bloque concertacionista y los partidos de la derecha), a los cuales le fue quitado “una cuota importante de piso político y de poder unilateral e incontestado por una mayoría silenciosa donde reina el desencanto. Demás está decir que en esta comuna no existe voz de oposición política o crítica alguna de los vecinos o de las organizaciones u asociaciones ante el desempeño del alcalde y su gobierno”, a causa de la cooptación (o manipulación o tutelaje) municipal de las organizaciones, y ii) que la desafección o indiferencia o insatisfacción retratada en la figura del alcalde y de los candidatos(as) a concejales tuvo por origen la más que “cuestionable” gestión en muchos de los órdenes de los partidos del gobierno municipal durante esta última etapa. Dicho de otra forma, la incapacidad e inhabilidad demostrada para abordar las dificultades habituales en la comuna como la contaminación medioambiental, el tráfico en la ciudad, la malas condiciones de habitabilidad de familias pobres, la pésima planeación urbana, entre otras materias de interés ciudadano no resueltas.

Los resultados de esta elección o de las municipales 2012, el mundo más malo posible en cuanto a votos se refiere en la elección de un Alcalde y los partidos que lo apoyan en el gobierno municipal (hecho político al cual los “próceres de estos partidos” intentaron poner “paños fríos” o directamente ocultando el fracaso en que se envolvió la victoria), pueden servir como referencia o de adelanto de lo que podría acontecer durante las elecciones primarias de este domingo 30-J.

Surgen las interrogantes, ¿de quién o de quiénes dependería entonces cambiar el sistema desde dentro o entrar en las instituciones, pero por fuera o más allá de la red institucional de los partidos tradicionales - Concertación y la Derecha - del poder y de las grandes decisiones políticas de país? ¿De quién o quiénes depende requilibrar las asimetrías del poder o el restablecimiento de una justa y legítima correlación de fuerzas para decidir soberanamente sobre el poder y control de los bienes públicos y colectivos?
Dependería, sin lugar a ninguna duda por extraño que parezca, de la capacidad y alcance de la voz de la calle o del movimiento social-estudiantil. La capacidad de trasladar la decisión de contestación social y movilización en el voto o preferencia electoral, por tratarse de una de las vías privilegiadas para intentar hacer reformas en el sistema o el orden económico, político, institucional y social actual.
En síntesis, el reto al cual se ve enfrentado en lo inmediato el movimiento es hacer consciencia en la ciudadanía – familiares, amigos, cercanos – de “votar” por quienes podrían en una eventual situación formar un frente amplio que represente los intereses e iniciativas de la ciudadanía en contra de los intereses privados o corporativos de la clase política dominante y los grupos de poder. Aquí es donde toca “poner el acento” o el “énfasis”, para poder superar o romper con los marcos institucionales del modelo impuesto de “arriba hacia abajo” (jerárquica y según las lógicas del mercado) durante los treinta y tres últimos años (1980-2013): de los “chicago boys” de Friedman a los “neoconservadores” defensores de la ortodoxia del mercado.

Lo dicho.

Miguel Arismendi G.

Profesor universitario

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