“Para mejorar
la educación en Chile, las comunidades escolares deberían cooperar más”
Desde hace poco más de
una década, cuando en el año 2000 la OCDE publicó el primer informe PISA sobre
educación, Finlandia ha encabezado dicho ”ranking”, y se ha convertido en la
gran referencia educativa en lo que concierne a la educación primaria y
secundaria a nivel internacional.
Reijo Laukkanen, profesor de política internacional de
educación (Finlandia), conocedor profundo del sistema educativo finés, consejero
de la Junta de Educación de Finlandia y miembro de la delegación permanente de
Finlandia la OCDE entre 1997 y 2001, es uno de los más firmes defensores y
convencidos de la responsabilidad del sistema público (o en manos del Estado)
en educación.
Él ha apostado por el modelo educativo de Finlandia, del cual
en Chile, y a consecuencia de las movilizaciones sociales del 2011 por
recuperar una educación para tod@s basada en derechos sociales fundamentales,
se habla y se ha dicho mucho, sobre el milagro educativo finlandés. Aunque, y a
los hechos nos remitimos, parece que no hemos comprendido el mensaje.
Pero, ¿cuál ha sido o
dónde ha estado la clave o fórmula de su éxito?
Para el experto, la clave o fórmula puede resumirse una única
idea: Finlandia, como Estado y sociedad, tiene una preocupación máxima por
todos los niños, y la preocupación surge porque el Estado y sus instituciones
deben ocuparse del potencial de nuestros futuros ciudadanos. Como se sabe,
Finlandia no es un gran país, pero allí son conscientes que se necesitan todos
para que trabajen para su bienestar colectivo. Por ilústralo con un ejemplo de
entre muchos otros: una tarea básica es apoyar a aquellos niños que tienen
problemas. A estos niños se les proporcionan profesores de apoyo, dentro del
propio colegio. Hay dos profesores en la clase, uno de los cuales tiene como
tarea ayudar a los que tienen problemas.
En ese sentido, la fuerte inversión pública realizada por las
instituciones finlandesas es un factor clave y determinante en el éxito del
modelo. En Finlandia el 97.9% del gasto en educación es público (OECD, 2006),
mientras que en Chile el gasto público en educación es un 2,7% del PIB y el
gasto privado un 4,2% (Mineduc, 2008). Nos separan no mares, sino océanos de
mares!
“La sociedad y sus instituciones lo paga todo, no son clases
particulares privadas”. Finlandia, en este aspecto, es bastante diferente a
otros sistemas, aunque quizá otros países nórdicos tengan un enfoque semejante.
El camino recorrido
para superar los obstáculos
El sistema educativo finlandés, para el experto, no siempre
fue así, sino que su evolución ha sido constante y/o progresiva desde los años
setenta. En los años noventa, tras la desaparición del bloque soviético al que
Finlandia destinaba la mayor parte de sus exportaciones, los ciudadanos
tuvieron que afrontar las peores tasas de desempleo de su historia. ¿Cómo
salieron de una situación tan complicada? Finlandia, por cierto, no es el
paraíso terrenal. En la actualidad el país y su sociedad experimentan problemas
con los niveles de desempleo, como ocurre en otros muchos países europeos.
Sufrieron fuertes recortes en la financiación y los grupos en
las aulas se hicieron más grandes, pero poco a poco el Gobierno ha vuelto a
aumentar el presupuesto público destinado a educación. En los años noventa se
pusieron en marcha iniciativas de descentralización en el proceso de toma de
decisiones, y el sistema educativo se convirtió en el más descentralizado del
mundo. Se le dio poder a los profesores en cada centro, incluso en lo que se
refiere a los programas educativos. Sin embargo, y en esto bien vale la pena
poner el énfasis, las reformas no fueron coyunturales, sino que respondieron a
la idea que comparten todos los finlandeses: “Cada profesional sabe lo que
tiene que hacer”. Como era de esperar, la situación ha mejorado, y en el nuevo
sistema, el profesor ocupa un lugar central.
Un docente independiente
en un sistema común
Según Laukkanen, la importancia del profesor en el ámbito
educativo reside en que este en un factor determinante en la generación de “la
cultura de la confianza. “Las autoridades a nivel nacional y la administración
tienen plena confianza en sus profesores. Los profesores sienten lo mismo hacia
las autoridades. La confianza es mutua, y eso es sumamente importante. Además,
los profesores están encantados de su trabajo. En Finlandia, por ejemplo, las
encuestas del nivel de satisfacción de cada profesión revelan que los
profesores son los más satisfechos. A éstos, los profesores, lo que más les
gusta es que pueden realizar un trabajo cuyos efectos se noten en la sociedad.
La independencia de la que goza cada profesor, debido a la
gran descentralización y desburocratización del sistema, lo distingue de la
figura del docente de otros países. Los profesores están allí para enseñar, y
tan sólo se realizan mediciones con algunos alumnos escogidos al azar. En
efecto, los profesores no tienen que desempeñar ningún trabajo administrativo
más allá de realizar las evaluaciones de los alumnos. En Finlandia, no hay
exámenes externos que tengan un impacto sobre las notas de los alumnos. El
profesor es el único que puede realizar exámenes, y el que ha de valorar la
atención de los alumnos.
Qué podemos aprender
los chilen@s
El modelo finlandés ha sido utilizado en un gran número de
ocasiones como el ejemplo que Chile debería seguir a la hora de elaborar su
sistema educativo, dadas las grandes diferencias que existe entre ambos países
en cada nuevo informe Pisa publicado por la OCDE. Sin embargo, la propia
configuración administrativa de ambas naciones, sus diferencias demografías y
por sobre todo, las de tipo económico (poco más de cinco millones de habitantes
en el caos finlandés contra más de dieciséis millones en la desigualitaria
sociedad chilena) son dificultades a salvar.
Por precisar, Finlandia es una de las sociedades más iguales
del mundo, Chile es una de las más desiguales; el Índice de Gini de Chile
pondera 54,9 y el de Finlandia 26. Informes internacionales han ubicado a
nuestro país entre los 12 más desiguales del mundo y como el cuarto país con
mayor desigualdad en América Latina. De manera más gráfica, en Chile el 10% más
rico de la población percibe 34 veces más recursos que el 10% más pobre. La
gran interrogante, en nuestro caso es: ¿Cómo salvar no esas dificultades, si no
“tremendas desigualdades”, desigualdades estructurales?
Se sabe que los sistemas no se pueden cambiar de un plumazo.
Aunque para Laukkanen es condición la existencia de más y mejor cooperación
entre los distintos espacios geográficos (o territorios), niveles de la
educación (municipalizado, financiamiento compartido y particular pagado) y las
comunidades educativas (padres y apoderados) para saber cuáles son los
problemas más importantes. Como en Suiza, donde los cantones se reúnen con
frecuencia, o en los länders alemanes, que tienen bastante autonomía, pero
hablan entre ellos.
Lo que está claro es que si tienen diferentes objetivos,
programas e intereses (económicos o de mercado fundamentalmente, el
enriquecimiento o el lucro), los resultados serán los que hemos visto en Pisa”.
Después de analizar los informes educativos sobre Chile,
salta inmediatamente a la vista un aspecto en el cual se debería mejorar si
queremos ascender en dichos rankings. “Habría que saber lo que quieren los
estudiantes y sus familias (o comunidades educativas), cuáles son sus demandas
y las maneras de enfrentar los problemas reales en educación”.
En Finlandia ponen el acento en lo importante que es entender
las matemáticas y la ciencia, tener buena comprensión lectora para saber
solucionar los problemas de la propia vida y del mundo laboral. Es algo que
quizá en Chile debería preocupar más, y sobre todo pensando en hacerse cargo
más de los alumnos más flojos o con mayores problemas (sociales y
educacionales), que se tratan de manera muy diferente a lo que se hace en
Finlandia.
No todo es perfecto
A pesar de la buena reputación que mantiene la educación
finlandesa fuera de sus fronteras, Laukkanen cree que el sistema podría
mejorarse. El modelo no es perfecto ni menos no perfectible, existen
situaciones y dificultades que vienen del lado económico-financiero. Decir que
este tipo de problemas son el reverso negativo de la gran independencia de la
que gozan los centros escolares, que dependen antes de los municipios que del
Estado. “El Estado paga sólo una parte de los gastos en educación básica, pues
hay impuestos municipales e impuestos nacionales. Como promedio, los impuestos
nacionales permiten pagar el 57% de los gastos totales de educación, y los
municipios pagan el 43% restante. Pero este dinero del Estado es una cantidad
de la pueden disponer los municipios como quieran, son ellos los que deciden el
desglose. Los objetivos son comunes, pero la manera en que se alcancen es cosa
suya”.
Finlandia se ha planteado importantes retos a enfrentar en
educación en pleno siglo XXI. Una de las mayores preocupaciones es saber cómo
hacer una integración adecuada entre las necesidades del mercado laboral y del
crecimiento personal de cada estudiante. Han apuntado hacia “el equilibrio”, invirtiendo
muchos esfuerzos en ser capaces de “adivinar el tipo de perfiles profesionales
que se necesitarán en el futuro. Algo que no es bajo ningún concepto, tarea
fácil.
En Finlandia, los niños empiezan la escuela a los siete años
–otra de las grandes diferencias respecto a otros países europeos y
latinoamericanos –, por lo que pasarán entre 12 y 17 años hasta que acabe sus
estudios. Para el experto, es trascendental actuar con anticipación pensando en
los perfiles que se van a necesitar dentro de 17 años. Para éste, no sólo se
trata de la incorporación de nuevos y más conocimientos (contenidos del
aprendizaje tradicional o conservador), pues más importante aún es pensar en
las habilidades y destrezas que se van a necesitar en el siglo XXI. ¿Qué
entendemos por conocimiento, qué tipo de herramientas necesitamos en el mercado
laboral? ¿Qué tipo de perfiles necesitamos?”, establece Laukkanen. “El éxito
académico no es lo único que va a garantizar la obtención de un trabajo, sino
la personalidad de cada uno de nosotros. Es un atributo muy importante hoy en
día, porque todos somos diferentes. El sistema escolar tiene una gran
responsabilidad a la hora de ayudar a esos jóvenes a ser más abiertos al mundo
que los rodea”.
Miguel Arismendi G.
Profesor
universitario
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