BIOGRAFÍA DEL AUTOR

En el mundo acelerado, frío e impersonal, repleto de incertidumbres y tensiones en que nos toca vivir, el experto en ciencias políticas y sociales Miguel Arismendi G. aporta una mirada propia, profundamente cuestionadora y crítica de la realidad, de nuestra realidad actual, la de nuestros espacios de vida. Un análisis sin apego a dogma, receta u ortodoxia alguna sobre los temas o asuntos más calientes y/o controvertidos de la actualidad local, nacional e internacional.
Veinte años de experiencia y estudio en el complejo mundo de las políticas públicas y sociales, avalan sus opiniones.

Síguenos en:

twitter.com/Miguelrebellin
www.rebellin.org

domingo, 21 de abril de 2013


Ignacio Ramonet: "Ha llegado la hora de reinventar la política y el mundo."
Ignacio Ramonet (Redondela, 1943), ex director de la edición francesa de “Le Monde Diplomatique”, es uno de los pensadores más lúcidos de los últimos tiempos. Instalado en París desde 1972, sociólogo y semiólogo, especialista en geopolítica, profesor de Teoría de la Comunicación, sagaz periodista, su forma de mirar e interpretar la modernidad y, por extensión, la globalización, hace de sus ideas un punto de inflexión necesario contra el pensamiento dominante.
Hemos creído valioso acercarle a este pensador, pues aporta importantes pistas de cómo enfrentar la actualidad política, la crisis del neoliberalismo y los emergentes movimientos sociales-ciudadanistas, el mundo capitalista y el porvenir.

Renacimiento y/o florecimiento, los movimientos de protesta ciudadana.

Según Ramonet, desde que estalló la actual crisis financiero-económica, en 2008, estamos asistiendo a una multiplicación de los movimientos de protesta ciudadana. Cita, a modo de ejemplo, el caso de Europa: los países más afectados con las últimas crisis económico-financieras (Irlanda, Grecia, Portugal, España), los ciudadanos –cívicamente– apostaron por apoyar, con sus votos, pensando que aportarían un cambio de política tendiente a menos austeridad y menos ajuste fiscal. Pero cuando todos estos países cambiaron de Gobierno, pasando de la izquierda o centro-izquierda a la derecha o centro-derecha, la estupefacción fue completa, ya que los nuevos Gobiernos conservadores radicalizaron aún más las políticas restrictivas y exigieron más sacrificios, más sangre y más lagrimas a los ciudadanos.
Ahí es cuando empiezan las protestas. Sobre todo porque los ciudadanos tienen ante sus ojos los ejemplos de dos protestas con éxito: la del pueblo unido en Islandia y la de los contestatarios que tumban las dictaduras en Túnez y Egipto. Además, destaca el hecho de que las “redes sociales” están facilitando formas de la organización espontánea de las masas sin necesidad de líder, de organización política, ni de programa. Todo está listo entonces para que surjan, en mayo de 2011, los indignados españoles, y que su ejemplo se imite de un modo u otro en toda la Europa del sur.
Para éste, los partidos políticos de la izquierda tradicional han quedado al margen o descentrados de los movimientos ciudadanos y contestatarios. En lo fundamental, porque lo que los medios califican de "partidos políticos de la izquierda" tienen, en opinión de esos movimientos y de las mayorías exasperadas, muy poco de “izquierda” o de “progresistas”. No hay que olvidar, además, que estos partidos están comprometidos con esta misma política conservadora que ellos fueron los primeros en aplicar, sin anestesia. En algunos casos, han sido éstos quienes han aplicado brutales planes de ajuste ultraliberales. Algo exactamente contrario del ADN del socialismo histórico.
Ramonet cree que los movimientos sociales-ciudadanos actuales son el reflejo del derrumbe general de todas las instituciones – Justicia, Gobierno, Oposición, Iglesia, etc. -, planteando exigencias de darle una vuelta a la política, de manera innovadora y creativa. Se podría decir que los movimientos de protesta son una buena noticia ya que demuestran que las sociedades europeas – y en el mundo en general -, en particular la juventud tan castigada por la crisis social del presente y del futuro, está expresando su descontento general hacia la situación que se está viviendo y hacia el tipo de solución neoliberal que los Gobiernos y los organismos internacionales están aplicando contra los problemas y demandas sociales emergentes: Unión Europea, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, etc. Es más, y curiosamente, la juventud y los movimientos se expresan de una manera pacífica, no violenta, inspirándose en varios movimientos generales.

Movimientos sociales y políticos actuales, ir más allá de los partidos políticos tradicionales de la izquierda.

Para Ramonet, los ciudadanos en general no saben hacer política sin partidos políticos. Lo que reclaman los contestatarios, los indignados en casi toda Europa del sur, es cambiar las reglas del juego: desmontar el truco. Nuevas reglas supondrían, por ejemplo, una nueva Constitución como reclama un número cada vez mayor de ciudadanos en los distintos países donde se suceden las protestas y movilizaciones ciudadanas. Una Constitución que dé más poder a los ciudadanos, que garantice más justicia social y que sancione a los responsables del actual orden de cosas o problemas sociales y políticos. Unos problemas que no pueden sorprender a nadie. El escándalo económico derivado de un mal y fraudulento manejo de la economía era sabido por todos en los países donde estalló la crisis financiera. Igual que el exceso de liquidez orientado a la especulación, y la explosión delirante de los precios de la vivienda. Nadie se inmutaba, porque el crimen beneficiaba a muchos. Y se siguió afirmando que la empresa privada y el mercado lo arreglaban todo. En la historia larga de la economía, el Estado ha sido siempre un actor central. Solo desde hace treinta años –o sea, nada en una historia de siglos–, el mercado ha querido expulsar al Estado del campo de la economía. Hay que volver al sentido común, a un keynesianismo razonable: tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea indispensable. La prueba evidente del fracaso del sistema neoliberal actual son los ajustes y rescates que demuestran que los mercados no son capaces de regularse por sí mismos. Se han autodestruido por su propia voracidad. Además, se confirma una ley del cinismo neoliberal: se privatizan los beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace ahora pagar a los pobres las excentricidades irracionales de los banqueros, y se les amenaza, en caso de que se nieguen a pagar, ¡con empobrecerlos aún más! ¿Se producirá un incendio social? No es imposible. Las repercusiones sociales del cataclismo económico son de una brutalidad inédita: 23 millones de parados en la Unión Europea y más de 80 millones de pobres. Los jóvenes aparecen como las víctimas principales. Por eso, de Madrid a Londres y Atenas, de Nicosia a Roma, una ola de indignación levanta a la juventud. Añádase, además, que en la actualidad, las clases medias también están asustadas porque el modelo neoliberal de crecimiento las está abandonando al borde del camino. En España, una parte se unió a los jóvenes para rechazar el integrismo ultraliberal de la Unión Europea y del Gobierno. “No nos representan”, dijeron todos los indignados.

Globalización y la desglobalización, la decadencia de la socialdemocracia.

Por otra parte, agrega Ramonet, el curso de la globalización parece como suspendido. Se habla cada vez más de desglobalización, de descrecimiento. El péndulo había ido demasiado lejos en la dirección neoliberal y ahora podría ir en la dirección contraria. Para éste, ha llegado la hora de reinventar la política y el mundo. La reinvención de la política pasa irremediablemente por la superación de los planteamientos de la socialdemocracia tradicional, producto de su abandono del campo de batalla.
La socialdemocracia ha fracasado porque ella misma ha participado en la liquidación del Estado de bienestar (el de las políticas sociales de ciudadanía, basadas en derechos inalienables), que era su principal conquista y su gran seña de identidad. De ahí el desarraigo de muchos ciudadanos que pasan de la política absteniéndose, limitándose a protestar o votando por Beppe Grillo en el caso de las últimas elecciones presidenciales en Italia (que es una manera de preferir un payaso auténtico en lugar de sus hipócritas copias). Otros han decidido votar a la extrema derecha, que sube espectacularmente en todas partes, o en menor grado, optar por la izquierda de la izquierda que encarna hoy el único discurso progresista audible. Así estaban también en América Latina hace poco más de un decenio, cuando las protestas derrocaban Gobiernos democráticamente elegidos (en Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú...), que aplicaban con saña los ajustes dictados por el FMI. Hasta que los movimientos sociales de protesta convergieron con una generación de nuevos líderes políticos (Chávez, Morales, Correa, Kirchner, Lula, Lugo...) que canalizaron la poderosa energía transformadora y la condujeron a votar en las urnas programas de refundación política (constituyente), de reconquista económica (nacionalizaciones, keynesianismo) y de regeneración social. En ese sentido, se observa cómo a una Europa desorientada y grogui, América Latina le está indicando el camino.

Miguel Arismendi G.
Profesor universitario

No hay comentarios:

Publicar un comentario